viernes, 25 de enero de 2013
¿EXISTIÓ REALMENTE JESÚS? PARTE 1. PRUEBAS RELIGIOSAS
Perpetrado por Oskarele
Las principales y más antiguas fuentes que hacen referencia a Jesús son los libros y epístolas del Nuevo Testamento, cuya autoría y autenticidad requeriría un análisis propio, así como unas cuantas menciones de varios historiadores casi contemporáneos, que también pudieron ser manipuladas en el proceso de transmisión histórica. Empecemos por los datos aportados por sus primeros biógrafos, los autores de esos evangelios, súbditos supuestamente de aquel señor.
El Nuevo Testamento se escribió después de la muerte de Jesús, de haber existido, claro.
Esta obra está compuesta por 27 libros: los cuatro Evangelios, cuya autoría, tradicionalmente, se ha achacado a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, cuatro de los primeros discípulos del nazareno, y también se ha solido plantear que fueron escritos entre el 60 y el 100 d. C. Aparte de estos evangelios, en el NT también tenemos veintiún pequeños documentos llamados “Epístolas”, que son cartas destinadas a diferentes comunidades cristianas primigenias, y dos curiosos textos más: los “Hechos de los Apóstoles” y el “Apocalipsis de San Juan”.
Los cuatro Evangelios canónicos serían una especie de biografías del tal Jesús. Pero no son fuentes independientes ni autónomas: parece ser que los de Mateo y Lucas son versiones más o menos ampliadas del de Marcos, que sería más antiguo (se suele datar en el 60 d.C.). Pero, curiosamente, es el más breve, y omite toda la infancia de Jesús, comenzando en el momento en que es bautizada por Juan el Bautista. Y por supuesto el texto no incluye ninguna indicación sobre su autoría, lo que no ha impedido que la tradición cristiana lo haya atribuido a Marcos, discípulo de Pedro, personaje citado en las epístolas de Pablo de Tarso (Col 4,10), en los Hechos de los apóstoles, donde es presentado como compañero de Pablo y en la primera epístola de Pedro, que lo llama "mi hijo" (1 Pedro 5:13). La base de esta tradición se encuentra en algunas referencias de los primitivos autores cristianos a la idea de que Marcos puso por escrito los recuerdos y las predicaciones del apóstol Pedro.
Pero hay que tener en cuenta que Marcos no fue uno de los doce apóstoles, por la tanto, escribió la historia de oídas. No fue testigo presencial. Además, determinados errores geográficos y relativos a las costumbres judías hacen pensar que ni siquiera vivió en la zona… todo esto hace que tengamos que dudar a la fuerza de la veracidad de lo que cuenta, a pesar de que, supuestamente, recogiese las enseñanzas de Pedro o Pablo. Y, por lo tanto, los de Mateo y Lucas, que lo copian en un 90% también serían dudosos, aunque, estos sí, son atribuidos por la tradición a estos dos apóstoles primigenios del cristianismo.
Estos tres evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) son los llamados sinópticos. El cuarto evangelio, el de Juan, es mas tardío y, en cambio, si tiene autor, supuestamente. Se trata de Juan el Evangelista, un seguidor de segunda generación, al menos, del mensaje de Cristo, como Marcos, y al que también se le adjudica la escritura del Apocalipsis. Aun así, en los primeros tiempos de la iglesia se le adjudicó al apóstol Juan, a pesar de que fue redactado en torno al 90 d.C. (por lo que el autor, de haber presenciado la muerte de Jesús con 20 años, en el 30 d.C., tendría 80 cuando lo escribió, algo bastante improbable, más que nada porque lo pudo haber hecho antes…)
Así pues todo parece indicar que lo dicho en los cuatro Evangelios Canónicos, al menos, no fue narrado por personas que estuvieron presentes durante los hechos que narran. Esto no quiere decir que lo cuentan sea falso, pero no puede ser aceptado como prueba de la existencia de Jesús, pues perfectamente podría tratarse de una mentira repetida por la tradición oral.
Algo parecido pasa con los evangelios apócrifos y los escritos extracanónicos. Y con las Epístolas contenidas en el NT. Cabe destacar al respecto las más antiguas de estas, las de Pablo, aquel que nunca llegó a encontrarse a Jesús en persona, sino que lo vio durante una visión… y desde entonces comenzó a predicar su mensaje (antes de se dedicaba a matar cristianos). El caso es que este señor se hizo al cristianismo pocos años después de la supuesta muerte de Jesús. Y como algunos investigadores han apuntado, sus cartas son tan silenciosas comentando acontecimientos importantes que debía conocer y que fueron registrados posteriormente en los Evangelios, que hacen dudar. No podría haber sido ignorante de aquellos hechos si realmente hubieran ocurrido: ni mencionan a sus padres, ni el lugar y fecha de nacimiento, ni el juicio romano o judío, ni al Bautista, ni a Judas, ni siquiera algún milagro de Jesús. En definitiva, su Jesús se muestra ya como una figura legendaria que fue crucificada como un sacrificio, pero casi carente de biografía.
Así pues, de todo esto podemos deducir que la información aportada por el Nuevo Testamento, por los Evangelios Apócrifos y por algunos textos más no sirven EN SI, para servirnos como prueba definitiva de la existencia de Jesús. El hecho de que la tradición acerca de un personaje histórico haya sido únicamente transmitida entre el grupo de sus seguidores nos predispone a considerarla con cierto escepticismo.
Pero eso, que conste, no quiere decir que no existió. Ni siquiera quiere decir que no cuenten la verdad. Simplemente quiere decir que no valen como pruebas en sí. Además, no deja de ser interesante y significativo la cantidad de material que se escribió sobre Jesús escasos años después de su supuesta existencia. Sería raro de no haber existido realmente, y esta, aunque no es definitiva, es una de las pocas pruebas que podríamos aportar.
Por esto es necesario cotejar y comparar la información aportada por aquellos primeros cristianos con dos fuentes básicas: los textos paganos contemporáneos, algunos de los cuales, efectivamente, mencionan a Jesús, y la arqueología, que, curiosamente, ha aportado bastantes luces en este asunto. A ello dedicaremos las siguientes entregas.
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